viernes, febrero 28, 2014

= Do, Re, Egon =


 

El soundtrack de tu vida es: Jackie Wilson - Higher and Higher.




Egon. Fuente: link.



Corrían los años ochenta -1984 para ser exactos- y era el verano de la locura: tocaban a Cindy Lauper a todo lo que daba el estéreo -de doble casetera- en la lonchería de atrás de mi casa en Puente de Alvarado, y el american way of life causaba serios problemas de identidad a quien crecía en ese micro boom anglosajón: comíamos tortas y tomábamos coca cola, veíamos los Duques de Hazard y corríamos en el colectivo cocodrilo, mientras comenzábamos a gestar la cultura de la mala educación que hoy nos cunde.

Los avezados locutores e informadores comenzaban a experimentar con el inglés medianamente pronunciado: faltaba mucho todavía para los listillos con pronunciación estilo Martha Debayle, y los lectores de noticias / conductores de programa  osadamente aventaban un "Maicol Yakson" en horario estelar, sintiendo que la universalidad les poseía.

El que vivía informado de los medios locales podía ver asormare en la tele un modesto vestigio del "mundo afuera de nuestro mundo", que en realidad era sólo el malafama país vecino, dando un poco de razón a la famosa frase de Carlos Fuentes: USA nos venía a deslumbrar.


Yo tenía un vecino llamado Manolo, que era un niño de unos 13 años y que vivía en el departamento de arriba. La familia de Manolo viajaba con cierta frecuencia a Estados Unidos, y "del otro lado" le traían regalos que se convirtieron en la colección de juguetes más fabulosa (de la época) que uno pudiese imaginarse: poseía una de las colecciones más abundantes de figuras de Star Wars, una camisa de He-Man original, versiones de Operando y el Juego de las Pulgas en inglés y una máscara de Yoda que daba risa, y miedo.

Manolo a veces me cuidaba cuando Lucyfer o mis tías necesitaban salir a la calle, y se bajaba sus mejores juguetes para pasar el tiempo.

En esas andábamos todos cuando comenzó a presentarse en cartelera la película Los Cazafantasmas.







Manolo fue uno de los primeros en ver la película, hecho que le resentí mucho, pues me había prometido que la iríamos a ver juntos. La verdad no me extrañaba, seguramente mi papá de lo prohibió.

Entonces tenía 6 años, y a pesar de que la opinión de mi papá no era tan conservadora con las películas, los adultos solían tenerme miedo por la forma en como reaccionaba a los estímulos: según Lucyfer, mi papá me llevó a ver una película de vikingos a los 4 años, y regresando lo agarré a escobazos mientras gruñía y aullaba, emulando la película que acababa de ver.

Mi tía Luly, que en la época acababa de salir de la adolescencia y que desconocía lo anterior, se compadeció de mi.

 Aprovechando una cena de mis papás, me llevó a a escondidas a ver la función de las 6 PM. Recuerdo vagamente pasar escondido entre sus faldas, probablemente no tenía la edad para ver esto.

Este unos de los momentos que más definen mi infancia: mi tía cagada de la risa conmigo en las butacas listos para ver lo prohibido. Recuerdo haberme sentado en la butaca sin replegar, pues no había otra forma para mí alcanzar a ver la película.

Pasé toda la semana siguiente corriendo y azotándome contra los adultos, esperando tumbarlos y embarrarles baba verde como Pegajoso (que entonces todavía no genía nombre). Mi tía no sabía dónde meterse.


Los años siguientes seguí buscando por todos lados todo lo que pudiese encontrar sobre los Cazafantasmas.

En los momentos posteriores al temblor del 85, recuerdo haber cortado con una racha de miseria personal descubriendo la caricatura de Los Verdaderos Cazafantasmas en el canal 13.





A pesar de lo insoportable que era mi vida entonces, un episodio de esa serie cortaba de tajo con mis conflictos y me hacía felíz, de una manera que me cuesta hoy trabajo dimensionar.

Fue en esta época en que comencé a sentir mayor afinidad con Egon Spengler, el seco y serio científico con gustos peculiares, el cazafantasma poseedor del marco conceptual y referencial de una biblioteca en la cabeza y que gustaba de usar las analogías más mundanas.





Egon Spengler en las caricaturas.




A escondidas y en la casa de alguien más, en una horrible copia de VHS logré ver la segunda parte de los Cazafantasmas hasta 1992.

Fue una sorpresa y un quiebre con mis paradigmas ver a Egon, un personaje más bien serio, ejecutar el momento más fino y divertido de la película:





La comedia era mucho más sofisticada y menos estrepitosa que la primera, pero no podía dejar de verla una y otra vez hasta el hartazgo.

Ghostbusters es una película de culto: los fans seguimos consumiendo con avidez todo material que sale de la franquicia, cómics incluidos.

La película fue originalmente planteada como una comedia, pero en la realidad la película redefinió la dinámica argumental de las películas épicas de acción, a las que, aparentemente se intentaba parodiar.

Los posteriores héroes de acción son tan notables como sus claroscuros: los momentos climáticos de la acción no son nada sin los chascarrillos que ejecutan entre pausas; el ejemplo más claro es la serie Arma Mortal

Lo que en ese momento no se podía vislumbrar, es que esta película de culto en realidad era otro eslabón de una serie de colaboraciones cómico-creativas entre los mejores cómicos norteamericanos de esa generación, cuyo centro constante estaba compuesto por Harold Ramis y Bill Murray.

Bill Murray sería punto de coincidencia con muchos otros de mis momentos cinematográficos placenteros, ciertamente disfruto hasta la más miserable de sus participaciones en la pantalla. 

*Zombieland incluida*.

Pero atesoré el regreso de Egon, y siempre permanecí extrañado de su subsecuente ausencia en la pantalla.

Para Ghostbusters, Murray y Ramis hicieron equipo con Dan Aykroyd, joven promesa de Saturday Night Live, e incluyeron al enclenque y morbosamente gracioso Rick Moranis, cuya carrera está compuesta de caracterizaciones de hombrecillos nerviosos.

Murray, Aykroyd y Ramis formaron una magnética terna que nunca más se ensambló en otro proyecto fuera de la segunda entrega de Ghostbusters.



La jocosa trinidad. Fuente: link.


Pocos saben que era Harold Ramis el cerebro detrás de la sutil, pero elocuente y progresista trama cómica en Ghostbusters, y que lo convirtió, detrás de los reflectores, en uno de los autores de comedia casuística norteamericana más importantes de finales del siglo XX.

En todas sus colaboraciones juntos, Ramis aportaba un libreto brillante, y Murray aportaba una desenfadada, pero diestra interpretación.

Este esfuerzo creativo tuvo un ensayo previo: Stripes, o El pelotón chiflado: es una joya perdida de la cinematografía gringa, una cinta cuyo nivel de comedia se acerca mucho al caótico vaivén de los hermanos Marx, y que mantenía un elogiable balance entre la picardía adolescente y el wisecrack (o puntada), manteniendo un nivel de humor harto  inteligente, que sería el sello de sus futuros trabajos juntos .


Murray y Ramis en El Pelotón Chiflado. fuente: IMDB


Stripes contaba con otro veterano de la comedia de los años ochenta: John Candy, el célebre Tío Buck.


Es lamentable saber que Groundhog Day fue el último trabajo de Murray y Ramis juntos, en parte por diferencias creativas (Murray quería alejarse de la comedia, y Ramis zambullirse en ella).

Ramis dejó los reflectores y comenzó una fructífera carrera como escritor, guionista y director, trabajó incansablemente con la comunidad de comediantes norteamericanos en películas, series de tv, animaciones y hasta en videojuegos.

Anque sus posteriores presentaciones frente a las cámaras se cuentan con los dedos de la mano, su aportación a la comedia gringa deja su digna marca en las tramas que su brillante humor gestó, entre ellas The Groundhog Day (Hechizo del Tiempo), Al diablo con el diablo (Bedazzled) , La versión gringa de The OfficeAnalizame (Analyze This), entre otras.



¿La divina comedia? Fuente: Link.



Harold Ramis falleció el 24 de febrero de 2014, antes de cumplir los 70 años. Si lo vimos otra vez actuando, francamente no lo identificamos.





 Algún amante del humor de Ramis ubicó la locación que se usó como el cuartel de los Cazafantasmas en las películas, y dejó un muy sentido homenaje a un hombre que sólo nos quería hacer reír.

Ciertamente lo logró.




Memorial en Tribeca, NY. fuente: link.






==========================================




 Atte. 



 El Hijo de Nadie

jueves, febrero 20, 2014

= El estalinismo mágico =


El soundtrack de tu vida fue: Muse - Starlight




Mi contribución al meme: Pintarrajeando a México.


La fantasía sin una "revolusión"* no existe.






El estalinismo mágico es una corriente política basada en el glamour de un gobierno exitoso, que lucha por el confort de unos pocos, a través del trabajo y a costas de la ignominia -gozosa- de unos muchos; y que a cambio, provee de lo necesario para la gobernabilidad del país; vamos, del estado de derecho y la paz pública oficial.



No, no hay lenguaje simple para expresarlo, el estalinismo mágico es respetuoso de las formas  oficiales y maneja un discurso incluyente. 

Aunque no te guste. 

De nada.

En el estalinismo mágico la sociedad debe gustar del televiteatro, del pan y circo, de la alegoría grandilocuente; tú sólo tienes que participar: vota, aplaude, sonríe y ovaciona al gusto. Sabemos que puedes consultar otras fuentes, sólo guárdate tus comentarios y hazlo en concordia con el sistema.

Tú no te preocupes, se te avisará cuando estés rebasando estas líneas. 

Así es, es a discreción de las autoridades competentes cuándo se rebasan estas líneas. Confía, se prudente y no te busques problemas.


Por tus necesidades ni te preocupes: se refrenda el constante compromiso con la apertura de canales de comunicación -oficiales- con el gobernado, se te firma y te lo cumplen.

Hemos valorado las necesidades de todos para llegar a este plan de trabajo. Si, estas son tu necesidades, mira este comercial que te lo explica todo.

Las difíciles decisiones que toma el estalinismo mágico es para reactivar la economía, y todos sus programas y propuestas son por el bien de todos: para preservar la calidad de la infraestructura, para inyectar estímulos al consumo y para que la economía siga su libre camino al Mexican Miracle.

Es correcto: tú paga y después te aclaran lo que tú gustes, sólo fórmate en la línea y sigue las instrucciones.



El estalinismo mágico se pronuncia por el cambio: meterá a la cárcel a quien interfiera con el progreso, tenderá puentes de comunicación y acuerdos con quién tenga la voluntad de coadyuvar al cambio, sumará esfuerzos y posicionará las reformas de fondo que tanto hemos esperado durante años de inacción.

Si, primero abordaremos los puntos más urgentes, y luego iremos incorporando el resto.

Pues mira: primero tenemos que esperar a que surtan efecto las primeras reformas. Pues tardará un poco: 7 años, 10 años, depende de las condiciones emergentes. No te apures, se revisará cuando llegue su momento.

El estalinismo mágico es nuevo, pero tiene toda la experiencia. La explicación es la que sigue: van a tomar lo mejor del pasado y se mezclarán con los retos del futuro.

Harán los mismo que los grandes héroes y gobernadores del pasado, pero con los estándares de hoy. No, no es sólo discurso, es el plan estabilizador que han diseñado, y lo hacen para ti.

Primero, se les cambiará el nombre a las cosas, para cortar con el pasado y los vicios burocráticos del ayer, luego le darán las facultades para que operen eficientemente. 

Siempre se comienza cambiando el nombre, los colores, una pintadita, una mano de gato…

Si, si, luego investigan para qué sirve, se trata de modernizar, no de descomponer.


El estalinismo mágico centraliza para mejor control.

¿De qué? pues de todo.


Si, el estalinismo mágico va a decidir quién presidirá qué. 

Si: porque sabe, porque tiene la experiencia. Si, ellos estaban al principio, pero ahora son nuevos y tienen una nueva actitud.

En el estalinismo mágico los opositores son bienvenidos, siempre abogaremos por la pluralidad, mientras no se pasen de listos, no alebresten, desestabilicen ni difundan mentiras, pues todo esto atenta contra la gobernabilidad. 

El estalinismo mágico sabe de los grupos  que buscan sembrar dudas en la actitud reformista del gobierno, que confunden a los más sensibles y que incitan a la violencia, el vandalismo y el debilitamiento de las instituciones.

No ganarán. *al menos, no otra vez*.

Esos no son trabajadores: son grupos de choques  con una agenda política. Tampoco: esos no son maestros, son remanentes del viejo sistema, que viven del erario y estancan la educación. Esos no son manifestantes: son anarquistas violentos, no te confundas, mira la repetición en cámara lenta, ya fue editado para tí. 

Tu dínos: ¿qué ganas con esa actitud contestataria y fatalista?

El estalinismo mágico está dispuesto a debatir las ideas, siempre y cuando las condiciones sean favorables; no, no es una postura conveniente, es el gobierno haciendo uso de su legítimo derecho de réplica.

En el estalinismo mágico no habrá adulteración de la información: un pueblo informado es un pueblo democrático.

De ser necesario, se agotarán todas las instancias hasta llegar a la verdad, se invocará a la fuerza pública para que retorne La paz pública y las señales con valor difundirán en primera plana, en cuadro panorámico y en HD lo que salga del ejercicio de la transparencia, los medios están comprometidos con la verdad imparcial.

Mira, también le era infiel a su esposa y se le escurren las palabras, sin duda "le gusta la copita".

El estalinismo mágico está aboliendo la violencia en los estados: no hay guerra contra el crimen organizado, repetimos, NO hay guerra, es un asunto de seguridad y está bajo control, las cifras van a la baja, mira, aquí dice.

Estos casos son aislados: no hay violencia contra los periodistas y los profesionales de la información. Mira, investigamos y este caso se trata de venganza personal. Éste fue por los errores de la administración anterior, éste fue un accidente, éste....

La clave para incorporarse al estalinismo mágico es la actitud positiva: con las reformas que se propongan te va a ir bien, con las modificaciones en los precios te alcanza para más, los programas gubernamentales atacan los problemas de fondo en este país, como el hambre. 




Joseph Stalin.
Sheidly’s Portraits: a series of “fabulous” depictions of tyrants, dictators and popes, fuente: link







El estalinismo mágico tiene la firme convicción de lo que se tiene que hacer para mover a este país, y no le temblará la mano, no vacilará y no claudicará hasta lograr el cambio para las y los mexicanos.


Si, se va en 6 años. 



Cinco, para ser más exactos.




*Aplausos.mp3*



==========================================



 Atte. 

 El Hijo de Nadie



* La imagen o ilusión de una revolución.

jueves, febrero 06, 2014

= El miedo a las palabras=

El soundtrack de tu vida es: James - Say Something


"No me hables de esa".



Platicar es un hábito que todos ejercemos, del que poco hacemos introspección -más mucha crítica ajena- y que, conforme pasan los años, nos acerca o aleja del conocimiento, nos abre y nos cierra puertas, nos entretiene y nos horroriza. Pero sobre todo, nos permite entrar en contacto íntimo e inmediato con nuestros semejantes desde el principio de nuestras vidas y por lo que nos resta de existencia.



La forma oral es la primera vía de comunicación que aprendemos; no es de extrañarse que, en buena medida, el bagaje cultural que adquirimos a través de las palabras habladas, sea cierto sea falso, sea asumido empíricamente o posteriormente comprobado y documentado, suele generar una importancia mayor que la palabra escrita, que generalmente es mucho más rica en contenido y que abunda en formas como el contexto y el sentido.



La historia, la fe y la naturaleza de las cosas originalmente se aprendían de boca en boca: la tradición oral fue la fuente del conocimiento antes de la invención de la escritura, y prosiguió por miles de años como medio de aprendizaje para el que no tenía acceso a la palabra escrita.

 Una parte fundamental de los mecanismos de interacción social se logran a través de la plática: intercambiamos información, ideas, sentimientos; las palabras pueden sumar, excluir, redimir o condenar. Un sentimiento escrito hace suspirar, pero cuando se trasmite a través de las palabras desata pasiones o destruye como el daño físico no puede.


Cuántas cosas nuevas encontramos por recomendación de otros,  cuántas evitamos, cuántos lugares hemos visitado, sabores que hemos probado, remedios deificado, lecturas, música y vídeos hemos hallado y experimentado por la recomendación de boca en boca.



Dice mucho de nosotros los temas y las formas que usamos: los usos y costumbres intervienen en la manera en como platicamos, pues la mayor parte de los juicios que emitimos sobre una persona tienen todo que ver con lo que sale de su boca.



También somos con quiénes platicamos, aunque dicha importancia normalmente suela ser algo valorado desde fuera, por propios y extraños.



Escribir y leer es luego, un juego de destrezas con una complejidad mayor, pues los placeres que prodiga sólo se hacen evidentes una vez que se adquiere como hábito. Quien no posee dicho hábito, suele padecerlo como penitencia,  y se vuelve afecto a mal interpretar lo que la palabra escrita contiene.



En cambio, la palabra hablada siempre es fácil y seductora, de principio a fin.




-1-



Las pláticas con mi papá siempre fueron del tipo aleccionador: el tono conducente sobre mi vida y mis acciones eran el tema y la tónica.



Conforme pasaron los años, entendí que había aspectos de mí que mi papá nomás no entendía, y esto generó un desencuentro con el paso de los años. A pesar de todo, la opinión de mi papá siempre pesó, me gustara o no, en muchas de mis decisiones.



Eventualmente ambos desechamos las expectativas que teníamos uno del otro, y poco a poco aprendimos a platicar con cierta soltura.



Recuerdo haber platicado mucho con él durante las elecciones de 2006, y lo que más me sorprendió fue el respeto a mis posturas, que eran totalmente contrarias a las suyas.



La palabra escrita era un punto de encuentro más natural, menos ríspido entre él y yo: la modesta biblioteca que formó en casa me abrió las puertas a la lectura. Recuerdo pasar horas tirado sobre el piso hojeando la colección llamada el Tesoro de la Juventud.



La libertad que me otorgó en los libros era extraña, si la comparaba con la otorgaba como hijo, o como excipiente informático que no podía dejar de desarmar juguetes y electrodomésticos.



Analizando a mi papá como lector, me atrevo a elaborar que su motor para la lectura era el morbo, las palabras preconcebidas y las lecturas un marco referencial simple y perfectamente delimitado eran su campo. Hubo muchos libros en su biblioteca que permanecieron nuevos, con el celofán puesto, y que mis amigos y yo llegamos a retirar para leer. Otros, eran meras referencias.



En la palabra hablada, era otro tema: hábil para el discurso solemnista y grandilocuente, la palabra pseudo protocolaria y las formas oficiales de oficio gubernamental, pasaba horas declamando en secreto los discursos que escribía para él y para otros.



Propios y extraños nos admirábamos de la labia que poseía.



A pesar de todo, tenía sus limitaciones: era un mentiroso compulsivo, y su pecado era ahondar en esquemas demasiado complicados.



Eso, y su paranoia, finalmente fueron su perdición.



En el caso de su seguro servidor, siempre he sido Homo Videns por naturaleza: la imagen me resulta mucho más atractiva que la palabra, y en los primeros años la palabra escrita era algo que requería repetición, o un poderoso interés circunstancial.



Después, en los libros de mi casa encontré un espacio para pasar las largas horas de seclusión que se me impuso durante los primeros años en la Obrero Popular.



Pero el peculiar modus vivendi de mi familia es tema de otro post.



 No es de extrañarse que, en esta supuesta dicotomía entre imagen y letra me haya entregado en la ingesta compulsiva de la palabra escrita en su forma más burda y maravillosa: el cómic.

A pesar de ser un "consumidor de cuentitos", he encontrado nichos y lugares de encuentro en la palabra escrita, que de una u otra manera me ha llevado, siempre experimentando, al blog y a la escritura.
Desde pequeño  fui propenso a la barbaridad hablada: tengo pocos filtros para decir lo que pienso, y me confiesa Lucyfer que había gente que me traía miedo, pues no medía mis palabras e inocentemente exponía a los adultos mentirosos que mi familia frecuentaba.


Lucyfer también me cuenta que, de pequeño me robé el lugar de un niño en un evento escolar y dije tal cantidad de tonterías, que la amable audiencia no paró de reír mientras estuve en la tarima, y que la escuela nunca me permitió jamás hablar en público mientras fui alumno.



De alguna manera mi papá me inculcó el pudor al hablar en público, y mi conducta cambió diametralmente.



De adolescente, el ejercicio de la palabra hablada se volvió algo ominoso para mí: en grupo siempre encontré la manera de entonar, pero en la soledad del podio y al dirigirme a los demás con las palabras siempre me llegué a sentir como sí cumpliera una penitencia, un atropello a mi estilo de vida, una tortura.



Cuando mi papá quiso después inculcarme algo de su pasión discursiva, debe haberse arrepentido de mi nuevo pánico escénico.



De adulto he encontrado la manera de sopesar las antípodas históricas de mi vida hablada, y funciono medianamente en público, aunque lo mío, declamando, es el estilo "la palabra canta".





-2-



En general, tenemos miedo a las palabras. No a las propias, ciertamente tampoco a las que se acercan a los paradigmas socio-culturales que traemos a cuestas, o aquellas que apelan a nuestros marcos referenciales.



Por naturaleza tememos a lo desconocido, y en el campo de las palabras, odiamos lo que atenta contra nuestras creencias y posturas.



Desconocer el significado de las palabras difícilmente nos limita al hablar o al escribir, pero pensar en la ausencia de palabras en el ansiado momento de abrir la boca, tomar la pluma o el teclado, nos paraliza y nos quita el sueño.



Hacer uso correcto de las palabras suele ser algo más que un problema académico o de formación: las palabras y el idioma no son una constante: el lenguaje que usamos es imperfecto, mutante; así como adoptamos palabras de otros idiomas, el significado y la conjugación pueden alterarse por el uso y la costumbre de los que lo hablan.



Algunos viven atemorizados por el derrumbe de la cultura cuando alguien comete un error ortográfico, pronuncia mal las palabras, y hacen de la errata el pecado capital de moda; nunca falta  quien ejerza el papel de inquisidor gramatical preocupado por las comas, inclementes con el estilo, infartados con el "ola ke ase".



Tuve el placer de conocer a un corrector de estilo llamado Emmanuel Noyola, el cual convertía la labor de corrección en un arte; genuino estudioso de la lengua española, hacía de su trabajo una experiencia académica; él es docto conocedor de pasajes sobre la evolución de las palabras, su semántica y el porqué del uso y deshuso de las palabras, breve y sucintamente explicaba el estilo de las palabras a quién se acercaba a preguntar.



Para él, la clave de la corrección era facilitar la comprensión de la lectura de un texto, y prodigaba su nobleza inherente a su labor profesional.



El amor a las palabras es su estilo de vida.



Pero estamos hablando del miedo.

El miedo lleva a la negación, nos hace brutos, ciegos y sordomudos frente al prospecto de las soluciones, y nos mantiene cautivos con una secuencia de obstáculos y barreras, las cuales tomamos y amasamos para darle uniformidad, y luego pretendemos hacerlas pasar por idiosincracia, por valores nacionales, por tradición socio-cultural, y hasta por jurisprudencia.



Es cuando confesamos, que nos llega un breve alivio, el cual tratamos de convertir en excusa y finiquito: "Es que no tengo palabras".




El medio que la palabra hablada o escrita que nos gusta, pero nos asusta, es cuando hemos de verter una opinión.



Esta sociedad es ávida para opinar, pero no necesariamente aportando o analizando, sino desde recursos cómodos (más bien muletillas) que nos evitan la confrontación y nos resuelve la fatiga de elaborar.



Por un lado es común el rodeo: esa circunvención muy socorrida que requiere esperar a la primera opinión medianamente informada, para hablar coincidiendo y girar alrededor de la idea citada, adornándola con generalidades y cantinfleos.



Por el otro, el favorito de los egos: la opinión radical. La figura de autoridad (normalmente "el gobierno" o "el sistema") tiene la culpa de todo, y si no le mientas la madre a la autoridad, eres igual o peor de corrupto/inepto.



Estas visiones de la opinión pública mantienen la imagen de una sociedad informada y participativa, una mera simulación en el intercambio de opiniones, donde nace el último de los recursos: la descalificación. "No es que no tenga un argumento, es que tú eres el problema". Este acto de negación es el favorito de los políticos, de los radicales cachados en la movida y de uno que otro necio casual.



Se vive con el miedo secreto de que algún día alguien destape el montaje, la apariencia quede dañada más allá de cualquier simulación,  y todos nos veamos en la incómoda situación de ponernos a lidiar con la palabra discapacitada que hemos formado con los años.




El idioma es probablemente la única barrera natural creíble, pues representa un nuevo universo de palabras y cuyo dominio o desconocimiento suele segmentarnos laboral y socialmente (porque a la sociedad mexicana le encanta diferenciar).



Aprender a platicar en otro idioma es un nuevo mundo, en el cual podremos exhibir nuestros recursos o nuestras carencias en el uso de la palabra.



Conquistar un idioma es conquistarse a si mismo. O algo por el estilo.






-3-

Del miedo al uso de las palabras, pasamos al abuso. El temor se convierte en odio, y el odio genera violencia, dicen que dicen los Jedis.


La sociedad mexicana tiene íntimamente vinculada la respuesta intestinal con la confrontación de palabras, donde la regla es irse de cabeza -y de boca- y el diálogo como excepción.



El abuso suele comenzar por la opinión, normalmente cuando no es solicitada, comúnmente cuando no está sustentada, frecuentemente cuando se opina por convivir.



La opinión pública vive un idilio con la apariencia: nunca vemos más allá de la cúpula del "qué dirán", y concedemos la razón al que muestra más seguridad y ostenta el carácter fuerte; rara vez pasamos po algún filtro de comprobación lo que así nos llega, y la sospecha se convierte en intriga.



Por un lado, los mexicanos somos virtualmente incapaces de guardar la calma, una vez que se nos colma el plato, o cuando el morbo centellea ante la oportunidad de la opinión polémica.


Y el futuro está en Twitter, donde todos tenemos algo que opinar.


La capacidad para argumentar y tener la razón no son moneda de cambio en las redes sociales: siempre son las opiniones menos sustanciales las que se disparan al estrellato de las nubes en 140 caracteres.



Finalmente terminamos en la violencia verbal. Las palabras altisonantes o groserías son el recóndito abuso de la palabra escrita y hablada. En algunos casos, son los pobres recursos de quien no sabe defenderse con palabras, y se convierte en la antesala de los golpes, las patadas, las bravatas y otras majaderías que salen al calor de la frustración ventilada.



La mala educación comienza con la exposición a temprana edad de estos recursos: un infante al que se le cría con groserías, no puede tener otro modo de respuesta cuando se convierte en adulto. La gente lépera comienza desde pequeña, y sin proponérselo, se hacina y se predispone hacia inframundos de los cuales siempre habrá oportunidad de lamentarse.

Por otro lado, la agresividad y el odio que puede trasmitir la palabra escrita y hablada no tiene límites: las peores cosas por escuchar no necesariamente vienen con groserías.

Cuando sale lo peor de la humanidad por la boca, o cuando a la aberración se le ponen palabras escritas, es momento de poner un punto final, y pasar la página, pues en este estrato las palabras se vuelven infecciosas: contaminan y envilecen como las acciones no pueden.



______________




Vivimos y morimos por una frase, y la única oportunidad de vencer el miedo a las palabras, es acaparándolas y trasmitiendo lo mejor de nuestros hallazgos, esperando nos correspondan con la misma moneda.



Aserrín, aserrán...

==========================================




 Atte. 

 El Hijo de Nadie