domingo, abril 29, 2007

= Mangos y Placas =


El soundtrack de tu vida fue: Klaxons - Golden Skans (Myths Of The Near Future, 2006).

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Querido diario:

Hace mucho, mucho tiempo, en una financiadora de discreta reputación ubicada a un lado del Parque Hundido, el señor Enésimo Nemo y la señora Poquianchis del Espacio de Nemo acudieron felices y contentos a solicitar un automóvil en singular planauto, a 40215 mensualidades y con premio por abono puntual.

El trato quedó consumado con sendas firmas y un hermoso enganche, el papeleo se deslizaba suavemente en el sistema de la institución, pronto enfilaron con júbilo desmesurado el flamante vehículo por las gloriosas y congestionadas calles de Insurgentes, nada podría salir mal.

Lejos estaban de imaginar el mal agüero que se cernía sobre sus cabezas.


I

Sólo quedaba esperar a que se liberara el trámite de las placas, mientras circulaban con la famosa hoja verde de alta vehicular, soñando con un futuro pleno y con la conciencia tranquila. Tanta felicidad provocó la ira del Dios Cabrón, connotada deidad del panteón de la selva chiapaneca, el cual echó un mal de ojo sobre el níveo trámite de los felices esposos.

6 meses después, las placas no aparecían en ninguna de las instancias de la comarca, ningun burócrata daba razón del status del trámite. Muchas lunas pasaron, muchos kilómetros fueron recorridos, pareciera que a las placas se las había tragado la tierra.

Los patrulleros de la muerte revoloteaban alrededor del inocente vehículo, esperaban pacientemente a que el trámite se estancara para rapiñar a sus temerosos ocupantes, y arruinar su record impecable. Feroz, el Enésimo Nemo consultó al oráculo de la web, sacrificó 4 chivas virtuales, 3 tamagotchis, bajó 9 presentaciones con mensajes evangelizadores como penitencia, y esperó el login. Finalmente, el barquero PHP despejó la neblina y le mostró la entrada al servidor de Tramitanet, donde sólo los hombres verdaderos eran capaces de entrar, obtener respuesta a sus interrogantes y salir ilesos.

A la mañana siguiente, Enésimo Nemo llegaba triunfante al lecho de su amada con la Hoja de la Verdad, un formato online mágico que revelaba el paradero de su propiedad, un nuevo reto se asomaba en la lejanía: las placas se encontraban en algún lugar de la laberíntica Central de Abastos, en el reino vecino de Iztapalapa.

La tarea representaba dos riesgos: no sólo había que sortear los acertijos de las grutas alfabéticas, la fauna agresitiva y al temido Lupitauro, también había que cuidar que el vehículo non ungido fuese incautado por la polecía. Se requería de un chango para la odisea.

Who you gonna call?


Con la Hoja de la Verdad en la mano, partí sin dolor al alba, poniendo suma atención al críptico objeto, que siseaba un nombre: Aculco. Abordé el metro y consulté el mapa de las 11 rutas para encontrar alguna pista: tenía que abordar la línea Garibaldi-Constitución de 1917, y bajarme una estación después de Apatlaco.

Mientras pasaba por Apatlaco, la Hoja de la Verdad susurró un verso:

En el lugar donde el agua tuerce,
35 escalones hay que tomar,
La purisima atraviesa el cruce,
No seas güey, no te vayas a pasar.

Bajando en Aculco subi los 35 escalones, a la salida un camino de piedra surcaba los cielos y atravesaba el peligroso valle de rieles bajo mis pies, donde una pesera esperaba ser abordada.

Al bajar el puente alto, la hoja volvió a recitar -esta vez en prosa mal versada, quesque le daba mucha hueva componer formalmente para miguel- :

En el nidal de los microbuseros, por el frente debes cruzar
Sube el puente peatonal y evita a los mortíferos diableros;
frente a ti estarán las 21 bóvedas de la Central, pon atención de la nomenclatura
aquella marcada con una V debes encontrar.

Cruza por el centro sin mirar atrás
Los cubiles a tu alrededor te ofrecerán tentaciones
¡¡Ningun fruto debes probar!!
Cubre tu nariz cuando cruces por los callejones,
El fétido aliento de los maicasaurios te puede matar.

Cada 29 leguas con sendas calzadas te has de encontrar
Debes llegar a la tercera calzada, y abordarla a tu derecha
La corte del Lupitauro estará esperando.

Diligentemente seguí el megachoro de la hoja, mucho tiempo después llegué a la tercera calzada y a mi derecha se encontraba empotrado en una roca un calabozo, de donde salían estremecedores y metálicos sonidos, una criatura sobrenatural bufaba adentro, me acerqué con el mayor de los sigilos y un argüente vino hacia mis oidos:

- Nossi, manito, fijate que es una lata esto de cuidar chamacos ¡¡los mios son unos mossstros!!
-Esa mi Lupita, tons ¿que hace toda la mañana?
- Pues yo despacho a las 7, después me baño y me vengo pa´cá, ¡¡Bufff, ugh, gaghh!!
- Con las rodillas Lupita, no te vayas a herniar
- Es que yo no hago NA-da de ejercicio, ¡que flojera oyes!
-Tantas placas arrejuntadas, y tanto buey allá fuera andando en la ilegalidá
-¡¡Sioyes!! yo por eso despacho con profesionalismo, mi Jorge: un trámite menos, y nos vamos tempranito ¿erdaaaá?

Al no percibir peligro alguno inmediato, cuidadosamente me acerqué y hablé con firmeza y cordialidad:

-Buenas tardes, vengo a recoger unas placas.
-¡¡¡GROAAAAGR, UUUUURG-UGUG-GRAAAAAKKKK-RHAAAAAAAERGH!!!!!!-(chin)- ¿QUIÉN LE DIJO QUE ESTABAN AQUIIII?, RESPONDAAAAGH UUUG RHAAAG UUUK!!!

La Hoja de la Verdad centelleaba en mi mochila, inmediatamente supe lo que tenía que hacer; sujeté con firmeza el documento e hice uso de toda la autoridad de la que era capaz, y clamé enérgicamente.

- EN ESTA HOJA DICE QUE AQUI ESTÁN, ¿QUEOBO?

La bestia retrocedió, perpleja: hace muchas lunas que nadie desafiaba su negativa sónica. Me encontraba amparado por el documento, que recitó con un limpio tintineo:

Le informamos que las placas 464TVO se encuentran en las oficinas Central de Abastos, Bóveda V-3-L119, el horario de atención es de 8:00 a 14: 00 hrs., Sábados de 9:00 a 12:00 hrs., pase a recogerlas con la siguiente documentación:

- Alta Vehicular, original y copia
- Tarjeta de circulación provisional, original y copia
- Copia de identificación oficial, ambos lados

Si se trata de un tercero, presentar poder notarial emitido por el representante legal del titular,
dos copias de identificación oficial del solicitante y dos copias de la identificación oficial del titular.

SETRAVI.

La bestia bramó, desesperada:

-¿TRAE TODOS SUS DOCUMENTOS?, UOGHHHH-RAGGGG-RHUUUUUH
- Aquistán.
_RHOAAUFRRRRRRRRRR-gRAAAAAAAKK-AYIYIYIYIYIYIYYIYIYIYIYIYIYIYI--
-¡¡ Lupita!!
- ¿Llamó, licenciado?
-¡¡Venga pa´cá!!
-Si, licenciado.

Pasaron lentamente los segundos, el murmuro del fondo me tenía intrigado.

Un nahual lupino con anteojos Lopez Dóriga salió a mi encuentro y me saludó cordialmente:

- Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?
- Buenas, vengo a recoger unas placas, aqui tengo la Hoja de la Verdad correspondiente y la documentación perfectamente requisitada.
-¿De dónde viene usted?
- De la colonia Cuauhtemoc: el sistema dice que hasta acá llegaron estas placas.
- Suele pasar; permítame un momentito, pase a cubículo IX y siéntese de favor, vamos a localizarlas.

Pasé al cubículo citado y esperé pacientemente, mientras al fondo escuchaba lamentos y súplicas desesperadas: el Lupitauro estaba atendiendo a otros aventureros:

-¡¡¡AQUINOSTÁN, VAYA A ROJO GOMEZ QUE ES MEJOR Y MÁS RÁPIDO, OPAGRRRA- FAUUUUMMM- GRUOOAAAAA!!!

Las horas pasaron lenta, lastimosamente; temía que sin mi Hoja de la Verdad, me encontraba en peligro inminente. Finalmente se escucharon los gritos del licenciado nahual, que comandaba a uno de sus esperpentos:

-¡¡Joselito, venga para acá!!
-Digame, licenciado
-¿Ya localizó las placas que estamos buscando?
-Ya licenciado, las encontré en "varios".
-Termine el trámite, si me hace usted el favor, me llevo a la Lupita a dar la vuelta
-Orale pues, licenciado.

La criatura entró al cubículo. A falta de palabras para describirlo, le llamaremos cariñosamente Señor Periquita.

- Interpretación del artista -

Buenas, ¿son de usté estas placas?
-Si señor, son mias
-Bueno, mas bien son del señor Enésimo Nemo, usted viene en su representación, ¿no?
-Asi es
-¿¡¡Seguro!!?
-Si, seguro.

Observó largamente los documentos, como si esperara encontrar una falla, un error fatal que echara todo para abajo. Finalmente se cansó, azotó un sello en la hoja de liberación, sacó de un paño de lino las placas prometidas, y me extendió un firme y sincero apretón de manos.

Guardé las placas en mi mochila y sali de la cueva, corrí en dirección a la salida, crucé el puente a zancadas, me trepé en una pesera que iba de salida, me senté y respiré.

Un carro más circula por la ciudad con todas las de la ley, y yo me siento fente a mi PC a examinar las fotos de mi celular y me pregunto si todo esto en realidad pasó.

Y ya.

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Atte.


El Hijo de Nadie.

miércoles, abril 18, 2007

= Fuimos mudanceros =


El soundtrack de tu vida fue: Jenny Lewis & the Watson Twins - Handle with Care (Traveling Wilburys cover) (Rabbit Furcoat, 2005).


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Querido diario:

Todo este tiempo he renegado de tu existencia, ocultando lo nuestro al mundo real como si te trataras de una malquerida, viviendo con la emoción de lo secreto, con el ímpetu de lo prohibido, con el morbo de lo cochino: por momentos, entregándome a las ansias locas, dejando salir la locura y la liendre que pulula en la parte trasera de la masa funk; otras, esperando secretamente que el siguiente temblor tumbe tu servidor y destruya todo vestigio comprometedor, cual evidencia bochornosa de un crimen no resuelto, cual carta reveladora que vomita la mugre de la conciencia y que se debe de quemar al instante de terminarla, o, contradictoriamente, que permanezca cual post secret que se envia desde telnet y se espera con morbo voyeurista la anónima exhibición de la mea culpa, sin que los dedos de las buenas conciencias se levanten en contra de uno, acusadores y condenatorios. Espero futilmente que la blogósfera sufra un glitch de sistema y acabe con este sentimiento de inconclusión, con esa necesidad visionuda que por momentos me carcome y se apodera de mi.

Y luego regreso como marido desobligado, que se fué por los cigarros y regresa 3 años después sin el gasto y como si nada, se sienta a la mesa, pide su cervezota y sus derechos conyugales, y en el after de la concupiscencia empieza de platicador, comentando de todo, y de la nada.


Resulta ser que me vendieron una cama matrimonial, un objeto del que creía hasta hace poco poder prescindir, primordialmente por carecer de cónyuga y/o amante de planta, así como de domicilio particular "miodemi-entorno-personal-exclusivo-elquepagalarentamanda- valemadresipagaseltelmex-ylamitaddelaluz-yiotengodineroooo".

Mas tarde me di cuenta que es fácil vivir en el error, pero esto no motiva el post del día de hoy.


Cuando era joven y tenía caireles necios de acero, encontraba perfectamente justificable sudar como jabalí ante alguna proeza física de la vida que no involucrara alguna suscripción a un gimnasio ni ropa de microfibra - es más, cuando se es joven, se piensa que es un gasto innecesario, basta con caminar 2 horas diarias, comer como perro callejero o tener un juego de mancuernas de 7 kg abajo de la cama, pero bueh-; la experiencia dicta que uno no siempre va a tener tiempo suficiente para bañarse más de una vez al día, y andar por la calle mascerado en los jugos corporales no es del gusto del resto de la fauna urbana: andar de microbusero no me va.

Decidí usar el poder de la sección amarilla - y del cochino dinero -, y contratar una mudanza.

La vida me dió un repaso de teoria de los servicios cuadráticos: el costo del servicio es inversamente proporcional a la simplicidad de la tarea, elevado a la potencia x, donde x es igual al día habil, que en sábados y domingos es 85x. Resumiendo: me querían cobrar putos $800 pesos por mover una cama, su tambor y su cabecera de un cuarto piso de la colonia San Rafael a la Ogrero Bubular, cuyo equivalente es la distancia que existe entre el Caballito cubista de Reforma y el Zócalo.

Después de múltiples intentos, unos mudanceros de la colonia Doctores aceptaron la faena por $250 pesos, una ganga que se veía empañada por el inconveniente de no disponer de los mejores elementos para la tarea. Como comercial del Consejo Empresarial, dije "no importa, lo que tenga a la mano está bien".

Me mandaron a un señor de 85 años y a un niño de 7, trepados en el camión de Pepe el toro de Ustedes los Ricos.

El señor aseguraba tener 40 años de mudancero, el niño tenía nula masa muscular.

Lograron exitosamente bajar la cabecera y el colchón, la función comenzó con el tambor, que era de pura madera (motivo-causa-razón de contratar una mudanza): El niño se colapsó antes de bajar las primeras escaleras, cayó bañado de sudor. El señor era una vieja histérica, que le rezó a todos los santos habidos y por haber, mientras intentaba una técnica que - según él- dejó de practicar en 1995 y que consistía en un complejo sistema de nudos, que le permitirían cargar por sí solo el más voluminoso y pesado de los objetos; henchido de orgullo, afirmó que se llamaba la maniobra Pípila.

Pasaron 45 largos minutos para que el viejito chencho recordara el orden y posición de los nudos de la cuerda; una vez colocados y afianzados se montó el tambor entre quejidos y temblores, le pregunté si no necesitaba ayuda, temiendo cualquier responsabilidad que la justicia me pudiera imputar si se mataba o le daba un infarto. El venerable, indignado, entre gritos me recitó su impecable currículum y cómo él era el rey de la mudanza cuando yo era un simple esperma. Me lavé las manos y le dije "vas".

Correoso como una mula, el viejito se estabilizó una vez que encontró su punto de equilibrio. Comenzó a bajar el tambor, el Onésimo Nemo avanzaba al frente presto a cachar lo que se pudiese cachar, el narrador por la retaguardia, presto a sujetar lo que se pudiese sujetar. En el tercer piso embarró el tambor contra el techo de la escalera, y le dejó una estela blanca art-decó en el costado derecho.

Harto, le ordené al individuo que parara y se bajara el tambor, fue como pedirle una hija pero obedeció. Me preparaba para terminar el viaje con el Onésimo pero el maldito anciano se envolvió entre las cuerdas cual manifestante globalifóbico y me aseguró que EL iba tarminar lo que empezó. Le condicioné la participación del Onésimo, confiando en que el segundo evitaría futuros daños en mi propiedad.

Efectivamente lo terminó, no sin antes dejarle caer dos veces el tambor al Onésimo, que puso cara de hernia, y de resignación.

Una vez trepado todo al cacharro, el Onésimo me deseó buena suerte, se sujetó el riñón izquierdo y se alejó renegando de su nobleza, el niño afianzaba las cadenas del cajón y yo me trepaba a la cabina mientras el viejo me lanzaba un "ah, yo pensaba que traia carro". A veces pienso seriamente en fulminar a la gente cuando provocan mi ira, quedarme con la muina es mala praxis.

El resto de la mudanza ocurrió sin sobresaltos, logramos colocar los objetos en su destino final sin más sopresas ni contratiempos, y mientras la voz de la razón me exigía a grito pelado despachar a los mudanceros lo más rápida y groseramente posible, no pude evitar dar propina a los quejidos del anciano, y la inutilidad del niño.

Es lo malo de la occidentalización, uno se llena de culpas y entra en conciencia de los conatos de abuso de adultos mayores, y de explotación infantil. Aqui es cuando los maestros de los lugares comunes salen con una frase malinchista como "sólo en México pasa esto", pero como soy un antropoide responsable me limito a reconocer que en mi, aplica la frase "pinche codo, tu solito te lo buscaste", y el Onésimo me remata duro y a la cabeza con una cita del Haragán y Cía.: "por mugres 800 pesos, te los hubiera dado yo".

Eso si, una cama matrimonial para una persona es la manera correcta de vivir, las camas individuales sólo son para que las disfruten los infantes de 6 años, los sadomasoquistas, los militares o los ascetas. Los conmino a imitar mi ejemplo, vale la pena el espacio extra.

Buenas noches, ahi se ven.

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Atte.

El Hijo de Nadie